El Increible Hombre Menguante by Richard Matheson

El Increible Hombre Menguante by Richard Matheson

autor:Richard Matheson
La lengua: es
Format: mobi
Tags: sf_fantasy
ISBN: 9788422686149
editor: Círculo de Lectores
publicado: 2000-11-14T23:00:00+00:00


11

Como en un sueño, conducido por el delirio, se encontró nuevamente en el Centro Médico Presbiteriano de Columbia, sometido a toda clase de exámenes.

Con claridad y precisión, el doctor Silver le dijo que no tenía acromicria, tal como al principio habían creído. Era cierto que su cuerpo menguaba, pero su glándula pituitaria no estaba enferma. No había pérdida de cabello, no había cianosis en las extremidades, no había decoloración azulada de la piel y no habían desaparecido las funciones sexuales.

Hicierno varios análisis de excreción urinaria para establecer la cantidad de creatina y creatinina de su sistema; eran análisis muy importantes, porque les dirían muchas cosas acerca de sus glándulas suprarrenales y del equilibrio del nitrógeno en su cuerpo.

Descubrimiento:

Tiene usted un saldo negativo de nitrógeno, señor Carey. Su cuerpo elimina más nitrógeno del que retiene. Como el nitrógeno es uno de los pilares más importantes del organismo, nos encontramos con la reducción de su cuerpo como consecuencia.

La falta de equilibrio de la creatinina ocasionaba más complicaciones. El fósforo y el calcio también eran eliminados en la precisa proporción en que estos elementos se encontraban en sus huesos. Se le administró ACTH, posiblemente para frenar la descomposición catabólica de los tejidos. Pero la ACTH fue ineficaz.

Se discutió mucho acerca de una posible dosis de extracto de pituitaria.

Podría conseguir que su cuerpo retuviera el nitrógeno, y provocara la elaboración de nuevas proteínas murmuraban.

Sin embargo, parecía implicar algún peligro. La reacción del cuerpo humano a la hormona del crecimiento no es conocida; incluso los mejores extractos son difíciles de tolerar y a menudo producen resultados desastrosos.

- No me importa. Quiero que me la administren. ¿Acaso puedo empeorar? -dijo él.

La hormona le fue administrada. Negativo. Algún elemento estaba combatiendo el extracto.

Al fin la cromatografía de papel; los capilares de los elementos del cuerpo sobre el papel, la gravedad específica de cada uno manchaba una parte distinta del papel.

Y se encontró un nuevo elemento en su sistema. Una nueva toxina.

Díganos algo -le pidieron-. ¿Ha estado expuesto a alguna clase de germen vaporizado? No, nada de guerra bactericida. ¿Ha sido usted, por ejemplo, rociado accidentalmente con una gran cantidad de insecticida?

Al principio no se acordó de nada; sólo experimentó un gran terror. Después llegó el recuerdo. Los Angeles, un sábado por la tarde del mes de julio. Había salido de la casa, en dirección a la tienda. Caminó por un callejón bordeado de árboles, entre dos hileras de casas. De repente pasó un camión del Ayuntamiento, rociando los árboles. El vapor cayó sobre él, quemándole la piel, ocasionándole una gran picazón en los ojos y cegándole momentáneamente. Insultó a gritos al conductor. ¿Podía ser ésa la causa de todo aquello?

No, ésa no. Ellos se lo dijeron. Aquello fue sólo el principio. A aquel vapor le sucedió algo, algo fantástico y desconocido; algo que convirtió al insecticida ligeramente virulento en un veneno mortífero que destruía el crecimiento.

De modo que buscaron ese algo, formulando interminables preguntas y hurgando constantemente en el pasado.

Hasta que, en un segundo, todo se aclaró.



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